Solo quisiste sentarte a descansar en los brazos de la noche mientras la luna te acariciaba el cuerpo con su luz de plata, recostada sobre la arena humedecida de las lágrimas que derramaste, con el rostro empapado como si tu llanto fuera el maquillaje del dolor que sentía tu corazón…
Te hiciste pequeña, como queriendo que el silencio te cobije en su mutismo, mientras el cielo, ciego y sordo a cualquier invocación, parecía cerrarte las puertas, con nubes que se agigantaban en lo alto.
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De a poco te fuiste quedando dormida, como tentando a la muerte, o desalentando a la vida que latía en tu cansado corazón, cansado de tantas heridas que soporto, y aún seguía dando batalla…
Soñabas, quien sabe con qué remoto lugar, donde tu alma quedo encadenada, que desmembrada de tu cuerpo, se elevaba libre y etérea, sin peso, sin carga, sin pasado que te atormente, sin presente que te lastime…
Y por más que intentabas despertarte, tus ojos solo se entreabrían como las rejas que poco dejan ver el mundo que las rodea, confundida entre el letargo y la vigilia, la verdad y la mentira, dilatando tus pupilas como queriendo captar el rayo más famélico de luz, como queriendo anclarte a la realidad que aún te duele, pero el brillo de tu mirada no tardó en apagarse, resistiéndose como el candil que se resiste a dejar de alumbrar el camino en una noche de lluvia.
Tal vez sea ese tu último sueño de la vida… o el primero, del eterno sueño de tu muerte…
11/06/2010
Bellas y Eternas Lunas
†Selene Luna Aeterna†
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Genial...tanto el relato como la imagen que has elegido, has acertado de pleno...un beso.
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarEs un muy buen relato y concuerdo en que la imagen es excelente.
Seguiré leyendo todos tus escritos, pues me ha parecido que tienes un gran talento.
Saludos.
Marco Ramírez.